El anfitrión latinoamericano | Columna mediocre para filosofar
- L. Chivatá
- 9 nov 2021
- 5 Min. de lectura
Hablemos de mitología griega… Anfitrión era el esposo de Alcmena. Mientras Anfitrión se encontraba en uno de esos pleitos gigantes de la mitología griega, Zeus adoptó la forma humana de Anfitrión para llegar a la puerta del hogar de Alcmena. Ella lo recibió y convidó como si fuese Anfitrión. Luego de varias noches de encuentros pasionales, Zeus se fue dejando a Alcmena. En poco tiempo llegó Anfitrión, notó a Alcmena distante y ella, descolocada, le explicó a Anfitrión que ya lo había recibido. La reacción furiosa de Anfitrión fue la intención de asesinar a Alcmena. Zeus se enteró de aquella situación en la que, con toda la razón, Alcmena estaba desentendida. Por lo que, intercedió y le explicó a Anfitrión lo que había sucedido en realidad. A esto, Anfitrión le respondió que él podría llegar a su casa cuando él así lo deseara.
Ese es el origen de la palabra anfitrión cuya antípoda es huésped. La raíz de huésped (cuyo antónimo es anfitrión) es hospis, lexema que se comparte con palabras como hospital y hospitalidad. El problema de la hospitalidad, desde la filosofía ha sido abordado de maneras meticulosas, en donde se han abordado preguntas amplias como: ¿qué es la hospitalidad?, ¿quién es hospitalario?, ¿por qué debe existir hospitalidad? En términos de estructura nacional, Colombia se ha convertido en el segundo país del mundo en acoger extranjeros o refugiados, digamos que el anfitrión latinoamericano. Al mismo tiempo, además de llevarse premios como el país más feliz del mundo, Colombia es el país número uno del mundo en desplazados internos alcanzando en el primer trimestre de 2021, la cifra de más de cuarenta mil según informes de la ONU. Lo que significa que es tal el sentido de pertenencia eurocentrista que replicamos al pie de la letra el mito de Anfitrión. Colombia abre puertas las veces que sean necesarias. Hicieron falta los afganos para superar las expectativas y ser el país más cosmopolita y feliz del mundo. Los datos son tenebrosos y a nadie se le antoja ser huésped en un país que no obedece desde el fondo a políticas que correspondan a la ética de la hospitalidad.
La ética de la hospitalidad es enunciada por el filósofo Levinas. Esta ética es una ética de la otredad, es decir que al otro hay que reconocerlo como distinto de mí y solo así me puedo relacionar con él. Debo entender que no lo puedo abordar en totalidad porque el solo hecho de ser otro me desborda. Entonces, el yo debe convivir con la otredad sin pretensión otra que reconocerlo en su diferencia. De esta forma le doy lugar al rostro del otro. El encuentro con el rostro del otro significa que debemos ser conscientes de la imposibilidad de reducirlo, que el otro debe habitar como idea de otro y no como esa idea que hago del otro en mí. La irreductibilidad del infinito del otro es lo que permite que los sujetos tengan un contacto ético frente al encuentro con los rostros. Para que no haya pretensión de desotrar debemos alejarnos de la mismidad, de querer encontrar en el otro aquellas experiencias, vivencias que existen en mi cogito y no en su realidad como otro En ese sentido, cuando el sujeto comprende su responsabilidad infinita frente al contacto cara-a-cara se tejen relaciones éticas que rompen con los imperativos. Es decir, aquella respuesta -que es el sentido bajo el cual se emplea la palabra- que se da ante el primer contacto con el rostro del otro es lo que valida el sentido bajo el cual nos relacionamos con el otro. Pillen, en Colombia somos expertos en reducción de los otros, hay una apropiación del otro que quiero se “vea” como yo. - ¿Puesto número uno en narcisismo?- Veámoslo así, en el Parque Nacional y en el Parque Florida en Bogotá desde hace semanas se encuentran comunidades indígenas en pésimas condiciones. Esto nos hace pensar que además de que no hay cumplimiento de la legislación específica para la comunidad indígena en Colombia, tampoco hay políticas hospitalarias para las comunidades indígenas que son desplazadas. ¿Por qué se tarda tanto la solución? Porque las medidas ofrecidas no corresponden a su condición de otro, sino a unas dinámicas de mismidad bajo las cuales históricamente han sido reprimidos: no desean adecuarse al sistema frenético de Bogotá, desean el cumplimiento de la legislación para esta comunidad en sus territorios. Otro ejemplo, el genocidio cometido por el Ejército colombiano bajo órdenes del que ya sabemos no solo tiene unas magnitudes éticas despreciables, sino que es el caso preciso para ilustrar cómo se reduce al otro, generalmente al marginado, es decir en este caso, se reduce al pobre bajo lógicas de mismidad. Aquel que no se apropia de unas mismas cosmovisiones de la extrema derecha uribista es sinónimo de otro que hay que eliminar. Por lo que, el pobre, -los nadies como diría Galeano- no es una representación del yo deseada para Uribe. Por eso, la instrumentalización de los, hasta ahora, 6402 cuerpos sigue todavía siendo negada por el dueño de El Ubérrimo. No le interesa, ni interesó negar los cuerpos, sino la instrumentalización de los mismos para sus fines. Sin embargo, la respuesta de Uribe ni siquiera puede ser vista en términos éticos, puesto que nunca se encontró con los miles de rostros de los que es responsable. El encuentro cara-a-cara es inexistente y a eso obedecen sus respuestas descaradas e inútiles a la verdad frente al genocidio. Narciso de apellido Uribe.
La ética de la hospitalidad trasciende a una dimensión política, en palabras de Derrida, para que las crisis se gestionen a través de políticas que comprendan el derecho y la justicia, de manera subrepticia deben tener como semilla la ética de la hospitalidad, en otras palabras, debe existir una “ley de hospitalidad”. Es decir, el cimiento de las políticas que se gestionen en el campo legislativo debe ser el de recibir el rostro del otro en su condición de otro. Así entonces, habría que situarnos y pensar qué significa en términos de hospitalidad, por ejemplo que las condiciones en las que las comunidades indígenas se encuentran en el Parque Nacional y el Parque Florida sean paupérrimas. No se puede pretender mismidad ante el otro, menos si es extranjero, incluso en su propio país. Basta solo con pensar en que el acceso a las mismas posibilidades que ofrece el anfitrión son muy complicadas, limitadas, por no decir nulas.
La hospitalidad es un término adoptado para pensar en aquella responsabilidad que me atraviesa gracias a ese otro irreductible, también es un recibimiento ético a un otro que se encuentra en condiciones de sometimiento a problemas estructurales como: racismo, patriarcado, clasismo, LGBTI+fobia, xenofobia, entre otros. Eso no implica que el otro, independientemente de su condición circunstancial, no deba recibir hospitalidad. Pues, al final todos somos víctimas de aquellos problemas incrustados socio-históricamente. No obstante, hay una necesidad de entender por qué el fenómeno de imponer la mismidad en el otro se encuentra principalmente en los grupos históricamente marginados. Para Levinas, la hospitalidad es el recibimiento del rostro del otro, es aquella acción que no aparta tajantemente al otro, sino que la afectación de su presencia me permite acogerlo como otro. Es por ello que, para el filósofo judío, el lenguaje es lo que permite la amistad y la hospitalidad. En fin, Colombia es el anfitrión latinoamericano.

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