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Cuentos en contexto: La tristeza por Antón Chéjov y la soledad de la pandemia.

  • Foto del escritor: L. Chivatá
    L. Chivatá
  • 10 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

La tristeza, evasora de nuestro cuerpo y del ser sobre todo cuando nos acoge el aburrimiento -en tiempos de la pandemia-, parece ser el tema principal de este corto texto. Un viejo cochero en pleno invierno, en luto silencioso por la muerte de su hijo, vive el infortunio y desgane de conseguir sobrevivir en condiciones que el autor ruso describe y transmite con la denotación del no gratuito título.

Sin embargo, no es lo único que aterradoramente embarga al padre cochero, su intento fallido por hacer expreso su dolor ante alguien, teniendo como oportunidad a sus clientes independientemente de sus actitudes indiferentes nos permite ver dos cosas: la primera, que el Elogio de la lentitud de Honoré caería bien para pensar en el afán inhumano al que nos someten ritmos frenéticos de la ciudad nos inhibe de la conciencia y la familiaridad con el otro: "Se vuelve repetidas veces hacia su cliente, deseoso de seguir la conversación; pero el otro ha cerrado los ojos y no parece dispuesto a escucharle". Y, la segunda, que la tristeza del cochero se traduce en términos de la soledad que solo ve entendida finalmente por su caballo. La tristeza que es sentida por el cochero y hace ser sentida Chéjov para el lector en el fondo es la desazón de la soledad, de la melancólica idea de no dirigir el dolor a través de la palabra, de la ausencia de oídos y de la resignación del dolor callado.

Así, nos es posible pensar que la amargura de la soledad es un encadenamiento de afecciones que nos arrojan al abismo y nos sentimos en la nada. Caemos en el nihilismo de lo absurdo, de no entender el sinsentido, ya no basta el televisor, Netflix o las redes sociales, y es lo que seguramente sucede seguidamente en tiempos del coronavirus. El encadenamiento empieza por el aburrimiento que sentimos al vernos imbuidos, sorpresivamente, en el ritmo que no está cargado del ruido y la producción de la ciudad, ya no sacian nuestros deseos, el no distraernos en la rutina salvaje del capitalismo nos permea del choque consigo mismo y sus implicaciones. Esto nos empapa de la tristeza de Chéjov, solo que en vez de perder un hijo, perdemos la vida como la conocemos y al no tener caballos, solo encontramos el consuelo en hablar consigo mismos.


Recreación de pintura: Edward Hopper, Sol de la mañana.


 
 
 

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